Perder a un ser querido sin decirle adiós
Escrito por:Generalmente, ¿cómo se supera un proceso de duelo? Los duelos siempre son procesos difíciles, independientemente del momento en el que ocurran. Los seres humanos necesitamos “cerrar procesos”, la idea de que todo tiene un principio y un final.
El sentimiento de un proceso inacabado genera un estado emocional de cierta incertidumbre que en ocasiones es más difícil gestionar que el final en sí mismo, o al menos, añade un grado más al malestar.
Por ello, en todas las sociedades existen ciertos “rituales” para que este proceso se haga un poco menos difícil.
El primer paso en un duelo, por lo tanto, es una ceremonia. Independientemente del tipo de ceremonia que sea, ya que cada cultura la hace de forma diferente, pero siempre existe de alguna manera.
Ésta es la forma que tenemos de ponerle el broche final a una etapa. No significa que una vez que se cierre la etapa el dolor desaparezca, es más bien como cuando nos hacemos una herida y le ponemos la tirita, ya está la tirita puesta (ceremonia), y lo que queda ahora es esperar a que la herida se cure de forma natural.
La ceremonia del duelo incluye honrar a la persona fallecida de alguna forma.
Decir adiós nos ayudará a aliviar el dolor de la pérdida
Algunas sociedades se centran en festejar lo que esa persona haya aportado en vida mientras que otras lloran su pérdida, aunque ambas se entremezclan en mayor o menor medida.
Tras esa ceremonia, el duelo consiste en reestructurar nuestra vida sin esa persona, quizá cambiando rutinas, poniendo en regla los asuntos necesario y, en resumen, seguir hacia adelante.
Se intenta ser lo más funcional posible dentro de lo que podamos, y permitirnos también momentos de debilidad. Siempre hay que darle espacio a las emociones desagradables que vayan apareciendo, para que una vez dado ese espacio podamos continuar.
Pero dada la situación actual en la que nos encontramos como consecuencia del coronavirus, ¿Cómo pueden gestionar el duelo las familias que no tienen oportunidad de despedirse? ¿Influye también que no hayan podido verlo en el hospital?
Desde que comenzó el estado de alarma, la muerte (independientemente de que sea por Covid-19 o por otras causas) ha pasado a ser mucho más deshumanizada. No se nos permite acompañar a nuestros seres queridos en su lecho de muerte, no se les practica la tanatopraxia y no está permitido verlos una última vez antes del entierro o incineración.
En resumen, nos prohíben despedirnos y que se despidan de nosotros antes, durante y después del fallecimiento. El proceso desde que la persona muere hasta que se entierra o incinera pasa a durar unas pocas horas, menos de 24 e incluso de 12 en muchas ocasiones, además de no hacernos partícipes en prácticamente nada. Demasiado rápido y frío para asimilar tanto.
A este proceso sin final se le une la culpa. Muchísimas personas están muriendo en hospitales, residencias de ancianos u otras instituciones de internamiento sin ningún ser querido al lado.
Esto, evidentemente, debe ser muy duro para la persona que se encuentra en su lecho de muerte, pero también deja una enorme culpa e impotencia en los familiares y amigos a los que no se les ha permitido estar.
Puedes encontrarte con que tu madre está muriendo en un hospital que está a 5 minutos de tu casa, pero no poder ir. Estar tan cerca y tan lejos a la vez, sentir que estás abandonando a alguien tan importante en el momento que más puede necesitarte. El duelo es doloroso, siempre, pero en esta situación se le añade al propio dolor la incertidumbre, culpa e impotencia.
¿Cómo se aborda esta pérdida? ¿Qué consejos se podrían seguir para sobrellevarlo?
No hay forma correcta de abordar un duelo y cada uno podemos necesitar diferentes cosas para cerrar un mismo proceso. Como recomendación, creo que es importante que, aunque no pueda hacerse una ceremonia de despedida oficial, cada uno haga su propia despedida individual y le dedique un tiempo a honrar a la persona fallecida.
Puede ser poniéndole una vela, escribiendo una carta, hablándole a una foto, hablando con otros seres queridos afectados, o un poco de todo, pero algo.
Necesitamos sentir que nos hemos despedido
Esa despedida puede incluir una disculpa y explicación de por qué no hemos estado en los últimos momentos, no porque seamos culpables, ni mucho menos, sino porque necesitamos creernos nosotros mismos también que no lo somos.
Los duelos están llenos de “debería haber hecho…” y aunque la teoría la sepamos, la culpa sabe muy bien dónde atacarnos, y podemos creer que hemos hecho cosas mal que escapaban totalmente de nuestro control.
El confinamiento nos deja mucho tiempo libre para darle vueltas a la cabeza, y una cabeza con tiempo libre en un mal momento es muy peligroso.
Por un lado, en la medida que podamos es importante mantenernos ocupados, si puede ser con algo activo, mejor. Por otro lado, necesitamos dedicarle un espacio al dolor de la pérdida y todas las emociones que la acompañan y permitirnos sentirlas.
Si tenemos un mal día, nos permitimos tenerlo, porque somos humanos.
Y por supuesto, recordarnos que lo hemos hecho lo mejor que hemos podido o sabido dadas las circunstancias, que hay cosas que no dependen de nosotros y que la vida es injusta y maravillosa a la vez, pero con eso tenemos que bailar como podamos y seguir adelante.