Ansiedad: la importancia de una terapia centrada en el paciente
Escrito por:La ansiedad es el resultado del estrés producido por una situación desafiante, tanto real (momento presente) o imaginada (lo que puede suceder en el futuro).
Es la respuesta orgánica, o corporal, a situaciones donde nuestros pensamientos se manifiestan como preocupaciones, es decir, el miedo (emociones) a que se cumplan nuestros peores presagios. Toda experiencia humana se compone de estas tres dimensiones complementarias: cuerpo, emoción y cognición.
En general, la ansiedad debería ser el motor del cambio. Ésta proporciona la energía necesaria para impulsar la motivación a superar una situación incómoda o inquietante.
Por lo tanto, sentir ansiedad en alguna situación cotidiana, como exámenes, una entrevista laboral o en una cita amorosa es completamente normal y adaptativa, siendo también conocida como nerviosismo.
Pero el problema surge cuando esta se convierte en una respuesta anticipatoria, y constante en el tiempo, a una posible amenaza futura, es decir, cuando se mantienen niveles desproporcionados de ansiedad más allá de un tiempo determinado y se cumplen ciertos criterios diagnósticos. En esta situación se puede llegar a diagnosticar algún tipo de trastorno de ansiedad.
Podemos concluir que no existen diferentes tipos de ansiedad, sino diferentes respuestas ansiógenas frente a situaciones estresantes, tanto reales como imaginadas, dependiendo del carácter o la experiencia previa de cada uno, etc.
El cuerpo reacciona de la misma manera, pero nuestro cerebro percibirá e interpretará un particular estado somático de manera muy diferente de un sujeto a otro.
¿Cómo se diagnostica a una persona que puede tener un trastorno de ansiedad?
Como mencioné anteriormente, hay que diferenciar la ansiedad, común a todo ser humano, de un trastorno de ansiedad. La diferencia radica en la intensidad, la frecuencia o repetición de los síntomas en el tiempo (normalmente, más de seis meses).
Es importante puntualizar que la persona interesada no se auto-diagnostique, puesto que lo que sigue es orientativo y por lo tanto, insuficiente para dar una respuesta concluyente a un posible problema psicológico. Es imprescindible acudir a un profesional acreditado, el cual deberá completar su informe con un diagnóstico diferencial para descartar o confirmar otros posibles trastornos que tengan en común algunos síntomas.
Dicho esto, es frecuente que las preocupaciones sumadas a una escasa capacidad de regulación emocional, leven a una primera crisis de angustia, también conocida como ataque de pánico.
El criterio para el diagnóstico (DSM IV-TR) de la crisis de angustia contempla, entre otros, estos síntomas más evidentes y, como vemos, la mayoría son típicamente corporales:
- palpitaciones o elevación de la frecuencia cardíaca
- sudoración
- temblores o sacudidas
- sensación de ahogo o falta de aliento
- opresión o malestar torácico
- escalofríos o sofocaciones
- miedo a perder el control o volverse loco
- miedo a morir
- Etc.
Es normal que la primera vez que una persona padece de un ataque de pánico, acuda a urgencias. El susto va descendiendo cuando se le comunica, después de las pruebas pertinentes, que ni va a morirse, ni va a volverse loca y que es “sólo” ansiedad. El médico le da un tranquilizante y para casa.
Cuando se trata de un caso aislado y debido a una situación excepcional, no debería revestir preocupación.
Por el contrario, hay que pensar en el desarrollo de algún tipo de trastorno de ansiedad si un individuo sigue manifestando, con cierta frecuencia e intensidad, algunos de los síntomas anteriormente descritos añadidos a:
- alteraciones del sueño
- cansancio constante
- dificultad para concentrarse
- irritabilidad
- etc.
Y, sobre todo, acompañado de un estado mental caracterizado por una preocupación excesiva (expectación aprensiva) sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades, como, por ejemplo, el rendimiento laboral o escolar, pasarlo mal en público, contraer una enfermedad, engordar, etc.
Así que, si se encuentran en un momento de su vida donde la agitación, el estrés, la confusión, el agotamiento o cualquier otra señal de que las cosas no van bien, acudan a un profesional de la psicología sin dejar pasar mucho tiempo, puesto que un estado temporal puede volverse un hábito y más complejo de sanar.
¿Qué tratamientos hay disponibles para tratar la ansiedad?
Por supuesto, la gran mayoría de los casos de trastornos de ansiedad pueden ser tratados satisfactoriamente por profesionales de la salud mental. Varias investigaciones han demostrado que no hay una terapia específica para tratar los trastornos de ansiedad, sino que depende, y es imprescindible, que el clínico tenga una capacitación formalizada y acreditada, tanto a nivel académico como humano, es decir, una “terapia centrada en el paciente”. Este último factor suele ser determinante, puesto que los métodos o protocolos de las diferentes corrientes psicológicas, avalados por el método científico, dependen de la puesta en práctica del clínico, es decir, por la empatía, comprensión, cercanía y experiencia del profesional, así como la disposición del paciente. En definitiva, la relación terapéutica representa más del 50% del éxito de la terapia.