Tendríamos que diferenciar los aneurismas que no son quirúrgicos de los que sí que lo son. Entonces estos aneurismas pequeños, que todavía no tienen un tamaño suficiente como para ser tratados de forma quirúrgica, deben ser controlados periódicamente.
Para diagnosticarlos iniciaríamos con una exploración física en el cual buscaríamos masas pulsátiles, es decir, al explorar los pulsos en las piernas, buscaríamos un pulso expansivo, como una tumoración que late y lo mismo pasa a nivel abdominal. En una exploración abdominal básica notaríamos una masa periumbilical que late, eso ya te hace sospechar que puede haber un aneurisma y entonces lo que haríamos es una exploración que está mano, que es fácil de hacer, que no es invasiva y que está disponible prácticamente en todas las consultas de cirugía vascular: es el realizar una eco-doppler.
La importancia de los aneurismas o de la patología aneurismática radica sobre todo en que, generalmente, no da síntomas y que cuando se manifiesta lo suele hacer en forma de las diferentes complicaciones. A nivel de, por ejemplo, la aorta abdominal o la aorta torácica, cuando los aneurismas son lo suficientemente grandes, pueden romperse y en el momento en que se rompen esto genera una hemorragia interna, un sangrado masivo intratoracico o intraabdominal con el consiguiente riesgo vital para el paciente.
Un aneurisma es una dilatación anormal de una arteria. Es decir, se produce por déficit o trastornos genéticos que alteran el colágeno de la pared, lo que hace que la pared sea más débil o que tenga más tendencia a dilatarse, sobre todo, por hipertensión, por factores de riesgo cardiovascular como puedan ser: el tabaco, la dislipemia, el colesterol, los triglicéridos, etcétera.
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