¿Qué es y en qué consiste la nutrición clínica?
Autore:La nutrición clínica o dietoterapia constituye la parte de la dietética que estudia la confección de modelos alimentarios para la prevención o tratamiento de las diferentes enfermedades o situaciones patológicas. Cada uno de estos modelos se denomina dieta terapéutica.
Además, en diferentes patologías, debe modificarse en uno o varios aspectos (nutricional, textura, tipo de cocción, alimentario, etc) del tipo de alimentación habitual del paciente. Toda dieta terapéutica constituye un patrón de alimentación saludable en el que se han modificado uno o más parámetros nutricionales cuantitativos y/o cualitativos.
¿Qué relación existe entre la nutrición y la longevidad?
El ciclo vital de un organismo se define por la duración máxima potencial desde la concepción hasta la muerte, y abarca una serie de etapas en las que ocurren procesos ontogenéticos como crecimiento, desarrollo, maduración e involución. Estos procesos, su secuencia y manifestación fenotípica, están determinados genéticamente y a su vez influenciados por el entorno. En esencia, "somos un ciclo vital", donde cada fase está condicionada por las experiencias de las etapas anteriores. Así, los factores ambientales que afectan las etapas tempranas pueden tener un impacto duradero en el envejecimiento.
La capacidad de un genotipo para manifestarse de manera diferente según las condiciones ambientales se conoce como ecosensibilidad. Esta capacidad refleja ajustes biológicos a través de hormonas y reguladores metabólicos de la energía. En las primeras etapas del ciclo vital, estos ajustes se denominan plasticidad, un fenómeno especialmente notorio en los mamíferos.
Por esta razón, la adopción de una nutrición adecuada se considera una de las intervenciones más eficaces para retrasar el envejecimiento natural. Las investigaciones recientes muestran que muchas de las principales causas de mortalidad actuales, como la diabetes y sus complicaciones, la obesidad, el cáncer y las enfermedades cardíacas, están estrechamente relacionadas con los hábitos nutricionales a lo largo del ciclo vital. Por lo tanto, mantener una dieta equilibrada es esencial para lograr una vida prolongada y saludable.
¿De qué manera afectan los nutrientes al cuerpo?
Hoy más que nunca podemos afirmar que la dieta constituye un factor de riesgo o protección en las diferentes enfermedades. Actualmente, son muchas las evidencias científicas que demuestran el rol que desempeñan tanto algunos nutrientes, como patrones de alimentación concretos en el desarrollo y en la prevención de múltiples dolencias.
Inicialmente, las primeras aproximaciones, en la década de los 60, se centraron en el potencial papel que desempeñaban algunos macronutrientes (fundamentalmente las grasas saturadas, monoinsaturadas, poliinsaturadas y los hidratos de carbono).
Posteriormente, en la última década del siglo XX, el interés se centró, básicamente, en el estudio de algunos micronutrientes (vitaminas, minerales, sustancias fitoquímicas, antioxidantes, etc) y en el análisis de los “patrones alimentarios” a través de los denominados “índices de calidad alimentaria”. No debemos perder de vista, en ningún supuesto, el efecto sinérgico que tiene la interacción de los múltiples nutrientes que constituyen un patrón dietético. Por ejemplo, diferentes estudios de intervención en humanos han sugerido el papel determinante de los ácidos grasos poliinsaturados en el desarrollo y progresión de las complicaciones retinianas en pacientes con diabetes mellitus tipo 2 y confirman el papel protector del ácido linoleico en el desarrollo de la retinopatía diabética en aquellos pacientes con mal control glucémico. Revisiones realizadas por Trichopoulou et al. ponen de relieve las bondades del patrón de dieta mediterránea en la reducción de variables tan importantes como la mortalidad y la morbilidad.
¿Qué tipo de dieta se debería seguir para, a priori, tener una vida longeva?
En los últimos años, cada vez más la dieta Mediterránea tradicional emerge con más fuerza como un referente de alimentación saludable y como un patrón óptimo para el manejo y prevención de las comorbilidades asociadas al propio proceso de envejecimiento (enfermedades neurodegenerativas, metabólicas y cáncer). No obstante, podemos considerar que no hay un único modelo de dieta Mediterránea y que ésta además se encuentra en permanente evolución (“nutritional transition”). Bajo el término “dieta mediterránea tradicional” se intentaron definir los hábitos alimentarios que prevalecieron entre los habitantes de la cuenca del Mediterráneo antes de la globalización de mediados de los años 60. Y, como tal, entendemos no sólo un patrón de alimentación sino también un estilo de vida. La dieta Mediterránea tradicional se caracterizó por el consumo del aceite de oliva como principal fuente de lípidos, un elevado consumo de frutas y verduras, cereales, legumbres y frutos secos, un consumo moderado de vino tinto, huevos y pescado, y bajo consumo tanto de productos lácteos (exceptuando fermentados) como de carnes rojas.
Asimismo, estamos asistiendo en los últimos años, como así lo confirman estudios recientes, a una desvirtualización del patrón dietético mediterráneo tradicional a favor de un modelo más occidentalizado que altera básicamente los siguientes indicadores nutricionales: la carga glucémica, la composición de ácidos grasos, la composición de macronutrientes, la densidad de micronutrientes, el equilibrio ácido-base, la relación sodio-potasio y el contenido en fibra.
Mi pronunciamiento estaría en recuperar la Traditional Mediterranean Diet y fomentar una adherencia a estilos de vida saludables. Así lograríamos no sólo prevenir la enfermedad, sino que además promocionaríamos la salud generando bienestar físico y emocional.
¿Es bueno el ayuno en estos casos?
En ciertas personas, el concepto de "restricción calórica en humanos" o "restricción calórica horaria" puede ser más adecuado que el término general de "ayuno". La Restricción Calórica (RC) implica reducir la ingesta energética de la dieta con el objetivo de mejorar la salud y mitigar los efectos del envejecimiento. Esta práctica ha demostrado efectos positivos en biomarcadores asociados al envejecimiento, como la presión arterial, los niveles de glucosa en ayuno y el colesterol. Actualmente, se considera que la RC es una de las estrategias dietéticas más prometedoras para retardar el envejecimiento y prolongar la vida útil.
En la RC, se limita la cantidad de calorías consumidas, pero se asegura que la dieta proporcione suficientes vitaminas, minerales y otros nutrientes esenciales. Existen diversos términos para describir este enfoque, como CRON (restricción calórica con nutrición óptima), CRAN, y la dieta Alta-baja, en la que se mantiene alta la ingesta de nutrientes, pero baja la de calorías. También se utilizan términos como RCL (restricción calórica para la longevidad) o la dieta de la longevidad para enfatizar sus objetivos.
Los estudios sobre RC comenzaron a principios del siglo XX, pero la evidencia más sólida surgió en 1988 con la publicación del trabajo de Walford y Weindruch, "Retrasando el envejecimiento y la enfermedad mediante la restricción de la dieta". Estos estudios buscan confirmar si los beneficios observados en animales también se pueden replicar en humanos. Mientras tanto, muchas personas han adoptado la RC con la esperanza de obtener sus beneficios. Un grupo notable es la Sociedad para la Restricción Calórica, conocida como CRONies, que ha desarrollado métodos para seguir dietas bajas en calorías, pero ricas en calidad nutricional.
Algunos investigadores que analizan los efectos de la RC sugieren que esta práctica podría ser más beneficiosa que el ejercicio físico en la prevención de enfermedades relacionadas con la edad. Sin embargo, es crucial no descartar la importancia del ejercicio de fuerza, a menudo denominado "revolución del músculo", en la salud general. Estos descubrimientos desafían creencias tradicionales sobre el inevitable deterioro físico con la edad. Además, se continúan investigando nuevos medicamentos para retardar el envejecimiento. Richard Miller, patólogo en la Universidad de Michigan, estimó que una pastilla que simule los efectos de la restricción calórica podría aumentar la esperanza de vida humana a 112 años, e incluso a 140 años en algunos casos, aunque esta proyección es considerada por algunos como demasiado optimista.
A pesar de la promesa de estos hallazgos, es improbable que muchas personas puedan mantener el estricto control calórico requerido por este régimen. Por lo tanto, es fundamental investigar a fondo los mecanismos biológicos detrás de la RC para desarrollar estrategias alternativas que proporcionen beneficios similares sin la necesidad de una estricta restricción calórica.
Paralelamente, grupos de investigación recientes aseguran, si restringimos las proteínas in restringir las calorías, también observamos exactamente los mismos beneficios que con la Restricción Calórica: disminuye la producción de radicales libres, en el complejo I de la cadena de transporte de electrones de la mitocondria, así como el daño oxidativo que sufre el ADN. Pero afinando más el tema, parece ser que el único aminoácido que se correlaciona con la longevidad es la metionina, y además de una manera negativa. Es decir, si uno restringe la metionina aumenta la longevidad, sin necesidad de llevar a cabo una restricción de proteínas o de calorías. Parece ser que esta medida sería capaz de retrasar en aproximadamente un 20% la velocidad del proceso endógeno del envejecimiento y de todas las enfermedades degenerativas asociadas a él sin necesidad de disminuir toda la ingesta calórica.
Relacionando estos hallazgos con el “ayuno” y la dietética, desde mi punto de vista, hablaría más de “restricción calórica horaria” o de una separación horaria, entre las comidas, con el objetivo último, de favorecer la autofagia o limpieza celular y ralentizar el proceso de senilidad y/o senectud del cuerpo y la mente. Esto sería posible llevarlo a cabo haciendo, únicamente, dos ingestas alimentarias al día, separadas por una diferencia horaria mínima de 10 horas. Con esta práctica favoreceríamos una limpieza celular profunda.
Lo que está claro, como recomendación pública y general, es que lo aquí preconizado no es muy viable. Más interesante y realista es empezar a dar el mensaje de que la ingesta proteica y calórica se debe reducir un poco, recuperar la adherencia a la “dieta mediterránea tradicional” y, si queremos ir un poco más lejos, hacerlo siempre acompañados de la figura de un nutricionista-dietista colegiado que nos guíe en el camino de optimización de nuestro estilo de vida.