Trastornos adaptativos: ¿cómo podemos afrontar los cambios?
Written in association with:Los trastornos adaptativos consisten en dar una respuesta emocional poco adaptativa a los cambios que pueden surgir en el transcurrir de la vida de las personas. Estos cambios vamos a llamarlos estresores y pueden ser de diferente tipo; pueden ser simples como el ir a la escuela, un cambio de domicilio, casarse, ser padre/madre, jubilarse, etc.; pueden afectar a una persona, a un individuo, un grupo o la población en general, como esta situación de pandemia sufrida por la COVID-19; o, también, puede ser un cúmulo de cambios que saturan la capacidad adaptativa de respuesta de la persona.
El ser humano está dotado de forma innata con capacidad para adaptarse a un sinfín de tesituras cambiantes; sin embargo, hay situaciones que nos cuesta superar sobremanera, generando resistencia al cambio y gran dolor emocional.
¿Qué síntomas nos pueden alertar?
Cuando aparecen estos estresores o cambios en nuestra vida, que marcan un antes y un después en nuestra organización o ritmo diario, no todos reaccionamos de la misma manera, aunque sí que hay unas líneas generales que muchas veces se mezclan. Primero reaccionamos con desorientación y algo de confusión, para después caer en un desánimo que puede ser más o menos pronunciado, lo que marcará la gravedad o el impacto de dicho cambio. También, nos puede provocar tensión, generando nerviosismo, preocupación y ansiedad ante una realidad impredecible por lo nueva.
Es probable que si estamos hablando de adolescentes la reacción ante esta situación sea la rebeldía como medio de queja. Esto se puede traducir en comportamientos que lleven a la violación de las normas como vagancia, vandalismo, peleas, enfrentamientos con la autoridad…
¿Cómo podemos tratarlos?
Lo más importante es detectarlos cuanto antes. La comunicación, la información sobre los cambios que se están produciendo, así como la red social y emocional de apoyo van a ser fundamentales para ayudarnos a aceptar, recogiendo lo que emocionalmente está suponiendo para la persona. A partir de ahí, podemos ir mostrando las ventajas y los diferentes aprendizajes que nos puede aportar ese cambio, por muy desagradable que parezca en un primer momento, acompañando a la hora de generar nuevas rutinas, lo que llevará a dicha persona a la adaptación de forma paulatina. De esta manera, podremos comprender que este es un proceso que lleva tiempo y que se hace en compañía.
A veces, el malestar se enquista o llega a niveles en que va a ser necesaria la ayuda de un especialista en Psicología que apoye y oriente en este proceso.
¿Cómo podemos afrontar los cambios, ventajas e inconvenientes de la vida?
Lo único constante en la vida son los cambios. Miremos donde miremos todo es cambio: la naturaleza, las estaciones, los animales, las personas… las situaciones.
Rechazar el cambio es vivir en un dolor constante. Es cierto que al ser humano le gusta las certezas, le ofrece seguridad y estabilidad, aspectos imprescindibles para crecer y desarrollarnos. En una tormenta constante nuestro sistema nervioso colapsaría, que es lo que sucede en situaciones de cambios constantes y adaptaciones constantes, necesitamos tiempo para asumir y adaptarnos, saber qué requiere de nosotros la nueva situación que nos va a permitir volver a coger seguridad y predictibilidad en el día a día.
Sin embargo, el cambio también es necesario. Es importante tener una rutina, pero vivir permanentemente en la rutina funde al cerebro, lo achicharra. Necesitamos los cambios para despertar, para sacar todos nuestros recursos, para sentirnos vivos. No nos gusta porque nos incomoda y nos saca de esa zona de confort que nos adormece, pero si somos capaces de ver más allá de la incomodidad y, por qué no, del miedo… grandes descubrimientos y aprendizajes hay al otro lado de cada cambio.
Para los niños será importante una figura de confianza que les ayude a navegar por esa nueva situación, que les ofrezca seguridad, coherencia y consistencia. De esta manera, cualquier cambio va a ser mejor asimilado y aceptado. Hay que tener en cuenta que los niños todavía les queda por desarrollar muchos recursos y fortalezas, que el adulto sí que tiene, aunque en ocasiones crea que no los vea.