Cirugía minimamente invasiva
¿Qué es la cirugía mínimamente invasiva?
La cirugía mínimamente invasiva (CMI) en podología es un conjunto de técnicas quirúrgicas avanzadas que permiten tratar diversas patologías del pie y del tobillo mediante incisiones muy pequeñas, de aproximadamente 2 a 5 milímetros. A diferencia de la cirugía convencional, que requiere incisiones más grandes, la CMI busca reducir al mínimo el trauma en los tejidos circundantes, facilitando una recuperación más rápida y menos dolorosa para el paciente.
Esta técnica se ha vuelto especialmente popular en la podología por su eficacia en el tratamiento de problemas como juanetes, dedos en martillo, espolones calcáneos, y otras deformidades del pie. Al requerir incisiones pequeñas, las cicatrices son mínimas, lo que también mejora el resultado estético.
¿Por qué se realiza?
La cirugía mínimamente invasiva se realiza principalmente para corregir deformidades y tratar patologías del pie que no han respondido a tratamientos conservadores, como el uso de ortesis o medicación. Algunas de las razones por las que se opta por esta técnica incluyen:
- Reducción del dolor y la inflamación: al ser menos invasiva, esta técnica causa menos daño a los tejidos blandos, lo que se traduce en una menor inflamación y dolor postoperatorio.
- Recuperación más rápida: la menor invasión de los tejidos y la reducida necesidad de inmovilización permiten a los pacientes retomar sus actividades cotidianas más rápidamente.
- Menor riesgo de complicaciones: las pequeñas incisiones disminuyen el riesgo de infecciones y de complicaciones postoperatorias, como la trombosis venosa profunda.
- Mejora estética: las cicatrices resultantes son casi imperceptibles, lo que es especialmente importante en zonas visibles del pie.
- Mayor precisión: gracias al uso de instrumental específico y técnicas avanzadas, los resultados son muy precisos, corrigiendo de forma efectiva las deformidades.
¿En qué consiste?
La cirugía mínimamente invasiva en podología se realiza generalmente bajo anestesia local y suele ser un procedimiento ambulatorio, lo que significa que el paciente puede regresar a casa el mismo día. A continuación, se describe el procedimiento paso a paso:
- Preparación del paciente: se administra anestesia local en el área a tratar para adormecer el pie. En algunos casos, se puede utilizar sedación leve para mayor comodidad.
- Realización de las incisiones: se practican pequeñas incisiones en la piel, generalmente de entre 2 y 5 milímetros, a través de las cuales se introducen instrumentos quirúrgicos especializados.
- Corrección de la deformidad: con la ayuda de estos instrumentos, el cirujano realiza los ajustes necesarios para corregir la deformidad o tratar la patología. Por ejemplo, en el caso de los juanetes, se puede realizar una osteotomía (corte en el hueso) para realinear el dedo.
- Control mediante fluoroscopia: durante la intervención, se utiliza la fluoroscopia, una técnica de imagen que permite al cirujano visualizar en tiempo real el interior del pie, asegurando la correcta ejecución del procedimiento.
- Cierre de las incisiones: dado que las incisiones son muy pequeñas, a menudo no requieren puntos de sutura. Se colocan apósitos estériles y una venda compresiva para proteger el área.
- Vendaje postoperatorio: se aplica un vendaje especial que ayuda a mantener la corrección realizada y a reducir la inflamación.
Preparación para la intervención
Antes de someterse a una cirugía mínimamente invasiva, es importante seguir ciertas indicaciones para asegurar el éxito del procedimiento:
- Evaluación previa: el podólogo realizará una evaluación completa, que puede incluir radiografías o estudios de imagen adicionales, para determinar la naturaleza exacta de la patología.
- Ayuno: aunque es un procedimiento ambulatorio, se suele recomendar un ayuno de al menos 6 horas antes de la intervención, especialmente si se utiliza sedación.
- Medicación: informar al podólogo sobre cualquier medicación que esté tomando, especialmente anticoagulantes o antiinflamatorios, ya que puede ser necesario suspenderlos antes de la cirugía.
- Higiene del pie: se recomienda una limpieza adecuada del pie el día previo a la cirugía para minimizar el riesgo de infección.
- Acompañante: aunque la cirugía es ambulatoria, es recomendable que el paciente vaya acompañado por un familiar o amigo para ayudarlo después del procedimiento.
Cuidados tras la intervención
Después de la cirugía mínimamente invasiva, es fundamental seguir una serie de cuidados para asegurar una recuperación rápida y sin complicaciones:
- Reposo: aunque la cirugía es menos invasiva, se recomienda limitar la actividad física durante los primeros días para favorecer la recuperación.
- Elevación del pie: mantener el pie elevado puede ayudar a reducir la hinchazón y acelerar el proceso de cicatrización.
- Uso de calzado postoperatorio: el podólogo proporcionará un calzado especial que deberá usarse durante un periodo determinado para proteger la corrección realizada.
- Cambio de vendajes: es importante seguir las indicaciones sobre cuándo y cómo cambiar los vendajes. Normalmente, se programará una revisión en consulta para evaluar la evolución y realizar los cambios de vendaje necesarios.
- Terapia de frío: aplicar hielo envuelto en un paño puede ayudar a reducir la inflamación y el dolor, siempre siguiendo las indicaciones del profesional.
- Rehabilitación: en algunos casos, se recomienda realizar ejercicios de rehabilitación para recuperar la movilidad completa y fortalecer los músculos del pie.
- Control del dolor: si se presenta dolor, se pueden tomar analgésicos recetados por el podólogo, evitando automedicarse.
Alternativas a este tratamiento
Si bien la cirugía mínimamente invasiva es una opción altamente efectiva y menos traumática para el tratamiento de muchas patologías del pie, existen alternativas que pueden ser consideradas en función de las necesidades individuales del paciente:
- Tratamientos conservadores: antes de optar por la cirugía, se pueden probar métodos menos invasivos como el uso de plantillas ortopédicas, calzado adecuado, fisioterapia, o infiltraciones con corticoides para reducir la inflamación y el dolor.
- Cirugía abierta: en casos más complejos o cuando la cirugía mínimamente invasiva no es adecuada, la cirugía abierta puede ser una opción. Esta técnica permite un acceso más amplio a la zona afectada y puede ser necesaria para tratar deformidades severas o múltiples.
- Terapias de ondas de choque: para ciertas patologías como la fascitis plantar, las terapias de ondas de choque extracorpóreas han mostrado ser efectivas. Esta técnica no invasiva ayuda a reducir el dolor y la inflamación mediante la aplicación de ondas acústicas.
- Terapia con láser: utilizada en el tratamiento de patologías como las uñas encarnadas o verrugas plantares, la terapia con láser es una opción avanzada que puede ofrecer buenos resultados con un mínimo riesgo.
- Prótesis y ortesis: en casos donde la cirugía no es viable o no se desea, el uso de prótesis y ortesis puede ayudar a corregir la alineación del pie y mejorar la calidad de vida del paciente, aunque no resolverá el problema subyacente.
La elección del tratamiento dependerá de varios factores, incluidos la gravedad de la patología, la edad del paciente, su nivel de actividad y sus expectativas. Es fundamental que esta decisión sea tomada en conjunto con un podólogo experimentado, quien podrá asesorar sobre la opción más adecuada en cada caso.