Cirrosis
¿Qué es la cirrosis?
La cirrosis es una enfermedad en la que el hígado se deteriora poco a poco debido a una lesión crónica. El hígado, que tiene la capacidad de auto repararse, va cicatrizando el tejido sano por cicatrices y heridas, bloqueando de forma parcial la circulación sanguínea por el hígado.
La cirrosis surge como respuesta a los daños del hígado, ya que cada vez que se el órgano se lesiona, intenta repararse mediante sus propios medios, formando tejido cicatrizal durante el proceso. Con el avance de la cirrosis, se forma cada vez más este tejido.
Por norma general, los daños en el hígado que se generan debido a la cirrosis son irreparables, aunque un diagnóstico temprano de la cirrosis hepática puede limitar o hasta revertir los daños.
Existen distintos tipos de hepatitis:
- Cirrosis hepática alcohólica: está ocasionada por un consumo excesivo de alcohol y es la causa más frecuente de cirrosis.
- Cirrosis vinculada a la hepatitis: la provoca el virus de la hepatitis, inflamándose el hígado
- Cirrosis criptogénita: se hace referencia cuando se desconoce la causa
- Cirrosis biliar primaria. El sistema inmunitario provoca la cirrosis atacando de forma errónea a las células sanas del hígado, que se sustituyen posteriormente por tejido cicatrizado.
- Cirrosis biliar secundaria: se produce una obstrucción en las vías biliares
- Cirrosis esclerosante: el conducto biliar se estrecha e impide que la bilis se movilice
Pronóstico de la cirrosis
La cirrosis es una enfermedad incurable que en el caso de que evolucione sin un diagnóstico acertado y a tiempo puede derivar en importantes y graves complicaciones:
- Hipertensión portal: presión arterial alta en las venas del hígado. El flujo sanguíneo se reduce aumentando la presión en la vena que lleva la sangre desde el intestino hasta el hígado.
- Hinchazón en piernas y abdomen: la hipertensión portal puede provocar la formación de edemas y ascitis, es decir, formación de líquidos en piernas y abdomen respectivamente. Ambas pueden ser también el resultado de la incapacidad del hígado de generar la cantidad necesaria de proteínas en sangre.
- Esplenomegalia: agrandamiento del bazo: la disminución de glóbulos blancos y plaquetas en la sangre puede ser un signo de cirrosis.
- Sangrado: la hipertensión portal puede hacer que la sangre vaya a venas pequeñas, que aumentarán su tamaño, pudiendo explotar y provocar un sangrado grave. Este sangrado es potencialmente mortal cuando se rompen las venas del esófago bajo —varices esofágicas— o del estómago —varices gástricas—.
Otras complicaciones son las mencionadas a continuación:
- Ictericia: la piel se torna amarillenta debido a una incapacidad del hígado para eliminar bilirrubina.
- Desnutrición: la cirrosis puede dificultar la absorción de nutrientes, generándose debilidad y pérdida de peso.
- Infecciones: la cirrosis dificulta la capacidad para combatir infecciones.
- Encefalopatía hepática: consiste en la acumulación de toxinas en el cerebro, pudiendo crear confusión mental.
- Osteoporosis: se dan casos en los que pacientes con cirrosis pierden fuerza en los huesos y son más propensos a las facturas.
- Más riesgo de cáncer de hígado
- Insuficiencia hepática aguda y crónica
Síntomas de la cirrosis
Una de las principales complicaciones de la cirrosis es que con frecuencia no tiene signos ni síntomas hasta que la enfermedad se encuentra bastante avanzada y el daño en el hígado es importante. Algunos de los síntomas más habituales de esta enfermedad son:
- Cansancio
- Sangrado con facilidad
- Picazón en la piel
- Ictericia
- Ascitis
- Aparición de hematomas con facilidad
- Pérdida o falta de apetito
- Náuseas
- Hinchazón en las piernas
- Somnolencia
- Pérdida de peso
- Aumento de senos en hombres
- Atrofia de los testículos
- Enrojecimiento de las palmas de la mano
¿Se puede prevenir la cirrosis?
La mejor forma de prevención de la cirrosis es mantener el cuidado del hígado. Así, lo mejor es lo siguiente:
- No beber alcohol
- Llevar una dieta saludable y equilibrada
- Mantener un peso saludable
- Reducir el riesgo de contraer hepatitis
Tratamientos para la cirrosis
El tratamiento de la cirrosis varía en función de la causa de la enfermedad, así como si hay complicaciones. El objetivo del tratamiento del tratamiento es ralentizar el avance del tejido cicatrizal en el hígado. En el caso de que se den complicaciones, es posible que sea necesario la hospitalización. Los principales tratamientos son:
- Consumir una dieta nutritiva
- Evitar alcohol y otras sustancias que pueden afectar la función hepática
- Para el edema y la ascitis se recomiendan diuréticos
- Para la hipertensión portal se pueden recetar betabloqueantes que disminuyan la presión arterial
- La encefalopatía hepática se trata limpiando el intestino con luctulosa
- Aquellos que presenten cirrosis con insuficiencia hepatorrenal deben someterse a hemodiálisis
- Trasplante de hígado: en casos avanzados de cirrosis en los que el hígado deja de funcionar, la opción del trasplante hepático puede ser la única opción de tratamiento. Con el trasplante se reemplaza el hígado enfermo por uno sano de un donante fallecido o una parte del hígado de un donante vivo
¿Qué especialista trata la cirrosis?
El especialista encargado de diagnosticar y tratar los problemas de cirrosis son los doctores especialistas en Aparato Digestivo.