Entender la ansiedad, vital para superarla
Cuando se habla de estrés nos referimos a un proceso en el que la persona se encuentra sobrepasada y no se siente capaz de hacer frente a sus problemas con sus propios recursos.
Se puede afirmar que existen estresores de infinitos tipos, como laborales, familiares, personales… tantos como exigencias que pueden sobrepasar a la persona. Ésta, al no ser capaz de manejarlo desde la normalidad, puede comenzar a experimentar los síntomas propios del estrés. La ansiedad es un patrón de respuestas presente también en esta patología.
Así, cuando se habla de ansiedad se pone el foco en el conjunto de los síntomas propios de este patrón de respuesta, es decir, todo un repertorio de respuestas que la persona pone en marcha de forma involuntaria y que, aun formando parte de una estrategia iniciada por el cerebro como un mecanismo de defensa, puede resultar desgastante, bloqueante e incapacitante.
Los síntomas de la ansiedad
Existen numerosos síntomas que la persona que padece ansiedad experimenta de manera interna y que forman parte de un patrón universal, y éstos son, entre otros:
- Opresión en el pecho
- Tensión muscular
- Sensación de falta de aire
- Aumento de la frecuencia cardíaca
- Falta de concentración
A su vez, también se experimentan signos físicos que pueden ser apreciados externamente, como la dilatación de las pupilas o una excesiva sudoración.
Hay que tener presente que también existe un patrón particular que implica que cada persona pueda presentar unos síntomas y no otros. En cualquier caso, un ataque de ansiedad puede suponer llegar al extremo de que la persona se sienta desorientada, petrificada y con la certeza de sentirse en auténtico peligro aunque en ningún caso lo sea.
Consecuencias de la ansiedad para la salud
Como respuesta natural, la ansiedad está justificada cuando la persona se enfrenta a una amenaza que requiere poner en marcha, una acción de lucha o de huida, aunque lejos de servir para esto, el problema de la sociedad actual tiene que ver con presentar los síntomas ante una amenaza no real, sino creada por el cerebro, que percibe de manera extrema y amenazante situaciones que realmente no lo son.
La primera consecuencia evidente es que la persona vive activada y en tensión permanente, un factor que le lleva a sentirse alarmada y a vivir las distintas situaciones con un nerviosismo constante.
La segunda es que, sostenida en el tiempo, la persona aprende sin querer a generarse la ansiedad. A su vez, formando parte de un proceso de estrés, se deteriora su templanza, su vitalidad y su optimismo, retroalimentándose con una forma de pensar cada vez más negativa. La persona entra en el que se podría llamar círculo de la ansiedad, en el que cada vez se generan más síntomas, con más estímulos que la desencadenan y con una mayor incapacidad para manejarla exitosamente.
Es paradójico cómo una respuesta que existe para hacer a la persona más fuerte en un momento dado de auténtica necesidad de hacer frente a una amenaza, puede hacerla mucho más débil y hacer que se deteriore progresivamente.
Tratamiento para la ansiedad
Lo primero es entender muy bien la explicación de la respuesta de la ansiedad, el mecanismo por el que el cerebro la pone en marcha y, especialmente, ante qué estímulos se está reaccionando con excesiva preocupación. Es de vital importancia que la persona entienda cómo se está contando de manera interna lo qué ocurre, cómo se está metiendo miedo a sí misma y de qué manera anticipa y le da vueltas a esas preocupaciones que su cerebro interpreta como serias amenazas.
A continuación, se enseña a la persona a manejar y a tomar el control de las respuestas de ansiedad, disminuyendo así los síntomas y recobrando el equilibrio y la tranquilidad. Por otro lado, se aprende a percibir los estímulos desde la normalidad y no desde la amenaza y el miedo, aprendiendo a pensar de manera equilibrada, sensata y positiva.
Por último, se acompaña a la persona a enfrentarse a los estímulos que le producen miedo, con los síntomas manejados para que experimente la seguridad de sentirse bien ante lo que antes le causaba ansiedad. Esto conlleva que la persona haga frente a todas aquellas cuestiones que detecte que pueden ser problemáticas y que podría haber estado viviendo desde la ansiedad anteriormente.
¿Se puede prevenir la ansiedad?
Tras un proceso a través del cual la persona consigue manejar la ansiedad, aprende a detectar en su propio cuerpo las señales de activación fisiológica, es decir, los síntomas, y por lo tanto a manejarlos y a disminuirlos si aparecen en cualquier momento.
La experiencia de haber pasado por un proceso de estrés enseña a la persona las reacciones propias de su cuerpo y cómo encauzarlas para no volver a experimentar una vida al límite y sin control, sino un estilo de vida, controlable, ante el que no se le escape el manejo del cuerpo y de la mente.
Para más información sobre la ansiedad y el estrés, consultar con un especialista en Psicología.