El anciano ante la fractura de fémur: lesión que supone pérdida de la autonomía
La fractura de fémur es una de las patologías de mayor impacto y gravedad que afecta a la población geriátrica, según se desprende de las últimas cifras publicadas en el mapa de fracturas de cadera en España: 50.000 fracturas de fémur al año en nuestro país, que corresponde a una tasa anual de 5,9 por cada por cada 1.000 habitantes mayores de 65 años, y donde cabe destacar la marcada longevidad de las personas afectadas, con una edad media de 87 años, mayoritariamente mujeres, y en un 37% de los casos con deterioro cognitivo asociado. Su gravedad radica en la notable pérdida de capacidad funcional de las personas, con las consecuencias que ello implica en su autonomía y las complicaciones médicas que pueden surgir, con una mortalidad al año de la intervención del 24%, lo cual justifica la importancia del papel del médico geriatra en la atención del anciano con fractura del fémur.
¿Cómo se debe abordar una fractura de fémur en el anciano?
La fractura de fémur requiere tratamiento quirúrgico en el 97% de los casos, incluso en aquellas personas que ya no tuvieran capacidad para la deambulación previamente, con el objetivo de controlar el dolor. Es un tipo de cirugía que justifica un ingreso hospitalario que requiere una estancia media de 10 días y donde ya nos podemos encontrar con las primeras complicaciones, generalmente vinculadas al perfil de fragilidad clínica del anciano. El síndrome confusional agudo, caracterizado por episodios de delirio y agitación, puede incluso requerir la prescripción de contención mecánica en la cama por riesgo de nuevas caídas, así como la administración de fármacos psicótropos para controlar estos síntomas, que suelen ser temporales, principalmente durante los primeros días del ingreso.
La anemia secundaria al sangrado propio de la cirugía probablemente requerirá de una transfusión durante los dos primeros días del posoperatorio. Las infecciones respiratorias, generalmente en el contexto de una broncoaspiración en personas con deterioro cognitivo, o la infección urinaria, relacionada con el sondaje vesical realizado previo a la intervención quirúrgica, son otras de las posibles complicaciones que nos podemos encontrar a nivel intrahospitalario. De hecho, un 5% de las personas con fractura de fémur fallece durante el ingreso hospitalario. Por este motivo, ante la complejidad de su manejo clínico, se han creado las unidades multidisciplinares de ortogeriatría, compuestas por traumatólogos, internistas o geriatras y rehabilitadores, ya presentes en la mayoría de nuestros hospitales.
Cuidados de una fractura de fémur tras el alta hospitalaria y pérdida de autonomía
Tras la cirugía y el alta hospitalaria no finaliza el proceso. Todo lo contrario, se inicia el prolongado proceso rehabilitador, bien en el domicilio o bien en unidades de convalecencia sociosanitarias, y que obligará a un 17% de las personas a trasladarse a un centro residencial en sustitución de su hogar. Destacar que únicamente el 50% de los ancianos se desplazará solo al mes de la intervención quirúrgica y probablemente con la ayuda de una muleta, bastón o caminador. Aquí reside el significativo impacto en la autonomía de las personas.
Vistos los números que rodean a la fractura de fémur es evidente que se debe apostar por su prevención. Dos palabras claves se vinculan a prevenir las fracturas de cadera: osteoporosis y caídas. Aquí surge la habitual pregunta: si se cayó primero y se rompió el fémur, o si primero se rompió el fémur y por eso se cayó. La osteoporosis, o la pérdida de masa ósea que conduce a la fragilidad del hueso afecta, principalmente, a mujeres, y representa una de las principales causas de las fracturas de fémur que se pueden prevenir con un conjunto de fármacos. Asimismo, un 29% de las personas mayores de 65 años se caerán una vez al año y un 10% presentarán dos o más caídas anuales en relación a múltiples factores, tanto intrínsecos como extrínsecos, que es importante conocer para intentar actuar sobre ellos y prevenir futuras caídas, como son la pérdida de masa muscular, la agudeza visual o auditiva, la distribución del mobiliario en el domicilio… Pero todo ello lo podremos explicar mejor en futuros artículos.