Desmitificando la sobreprotección parental para fomentar la autonomía en los niños

Editado por Marga Marquès Gener el 30/11/2024

Todos los padres buscamos que nuestros hijos sean felices. Pero, ¿cómo perseguimos ese objetivo?

  • ¿Intentamos que no lo pasen mal?
  • ¿Intentamos darles soluciones a todos sus problemas?
  • ¿Evitamos que se frustren?
  • ¿Estamos siempre un paso por delante de ellos?
  • ¿Nos da mucho miedo que se caigan o se hagan daño?
  • ¿Nos da mucho miedo que hagan cosas sin estar nosotros presentes?

 

Todas estas situaciones son angustiosas para todo padre o madre, pero ¿hasta qué punto son necesarias para un correcto desarrollo?

 

Si te sientes identificado con la mayoría de estas cuestiones, puede ser que estés cayendo en un estilo de crianza sobreprotector. Este estilo de crianza se caracteriza por la protección del niño por encima de todo, evitando que nada pueda dañarle. Para ello tratamos de cubrir, no sólo sus necesidades básicas, sino todas las necesidades que surjan a lo largo de su desarrollo (escolares, sociales, exploratorias…), evitando así que ellos mismos desarrollen sus propias estrategias para poderse desenvolver, adaptarse y defenderse en el mundo.

 

Paradójicamente, al intentar que no sufran, conseguimos justo lo contrario. A corto plazo es cierto que les protegemos y ahorramos sufrimiento, pero a largo plazo les estamos privando de poder desarrollar las habilidades necesarias para poderse convertir en un adolescente o adulto autónomo y feliz, aumentando así su sufrimiento a largo plazo.

 

El objetivo no es proteger de cualquier daño, sino criar a adultos competentes

 

¿Qué efectos puede tener la sobreprotección de nuestros hijos?

Al caer en la sobreprotección podemos provocar que nuestro hijo crezca con:

  • Ansiedad de separación: les cuesta mucho alejarse de sus padres por falta de seguridad en sí mismos y eso les provoca ansiedad.
  • Dependencia de personas que les brinden seguridad.
  • Déficit de habilidades sociales: tímidos, inseguros y nerviosos.
  • Poca tolerancia a la frustración: siempre se ha evitado que se frustren por lo que no tienen herramientas para hacerle frente.
  • Incapacidad para asumir la responsabilidad de sus actos: están acostumbrados a que sus padres lo hagan por ellos o se disculpen por ellos.
  • Dificultades en el desempeño académico.

 

Pautas para deshacernos de la sobreprotección

  • Ayuda a tu hijo, pero en la búsqueda de soluciones.

No intentes que no cometa errores, deja de anticiparte a ellos. Es mejor ayudarle a que él mismo llegue a la solución del problema que ahorrarle el sufrimiento de aprender: qué ha hecho correctamente y qué se puede mejorar para la próxima vez.

 

  • Permitir que se desenvuelvan solos, aunque tarden más en hacerlo o aunque muestren dificultes a la hora de conseguirlo.

Dotarles con sensación de autoeficacia es fundamental para un correcto desarrollo de la autoestima. Ellos pueden hacerlo, aunque tarden en hacerlo correctamente.

 

  • Delegar responsabilidades en él.

Dejarle que cumpla con sus responsabilidades básicas: cepillado de dientes, recoger su cuarto, ayudar a quitar la mesa, etc. Estos son pequeños pasos que más adelante le ayudarán a ir tomando poco a poco conciencia de sus propias responsabilidades.

 

  • Empújale a que explore.

No le pegues tus miedos. Muchas veces privamos a los niños de socializarse o de hacer actividades gratificantes por nuestro propio miedo a que se haga daño o a que les hagan daño. Hay que tener especial cuidado en no limitar su desarrollo, queremos que se hagan con estrategias de socialización y de resolución de problemas de manera individual.

 

  • Escucha sus opiniones y sus miedos.

Todos los niños tienen miedos, hablar de ellos y ofrecer alternativas o soluciones de manera conjunta facilitará que los supere y disminuirá su ansiedad frente a ellos. De la misma manera, a medida que crecemos vamos desarrollando nuestro propio criterio, y es importante ofrecerles un lugar donde poder debatir las consecuencias de sus acciones.

 

A lo largo de la crianza de nuestros hijos es importante brindarles la oportunidad de desarrollarse con supervisión, pero teniendo especial cuidado con que ésta no se convierta en intromisión.

 

El objetivo no es proteger de cualquier daño, sino criar a adultos competentes.

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