La demencia senil no existe
El envejecimiento es un proceso normal y natural que acontece en todos los seres vivos y que supone toda una serie de cambios a distintos niveles. Estos cambios incluyen modificaciones en la propia biología de los individuos, pero también en aspectos psicológicos y sociales. Todos estos cambios se asocian con un incremento en el riesgo de desarrollar determinadas enfermedades donde la edad avanzada parece jugar un papel relevante. En este contexto, las enfermedades neurodegenerativas forman parte del grupo de enfermedades cuyo riesgo de padecerlas se ve notablemente incrementado con la edad.
A nadie pasa desapercibido que la edad avanzada es una variable fuertemente asociada con el riesgo de desarrollar una enfermedad de Alzheimer. Pero resulta necesario esclarecer, que no es la edad ni el envejecimiento la causa de la enfermedad de Alzheimer.
Deterioro cognitivo, ¿igual a Alzheimer?
En la enfermedad de Alzheimer se producen un conjunto de eventos que en última instancia dan lugar a la disfunción y muerte neuronal y al consecuente desarrollo de los síntomas centrales de la enfermedad (ej: pérdida de memoria). En la enfermedad de Alzheimer, se acumulan en el cerebro una serie de proteínas “anormales” que parecen jugar un papel fundamental en la muerte neuronal. Los mecanismos exactos que explican que algunas personas presenten estos agregados de proteínas y desarrollen una enfermedad de Alzheimer, pero otras personas no, son actualmente desconocidos. Eso significa, que la causa exacta de la enfermedad de Alzheimer no la sabemos.
La demencia no construye por sí misma una enfermedad, sino un conjunto de síntomas que podemos encontrar en múltiples enfermedades como lo es la enfermedad de Alzheimer. La demencia se caracteriza por la presencia de un deterioro cognitivo lo suficientemente severo como para causar interferencias en el funcionamiento normal e independiente de las personas en las actividades de la vida diaria. Por tanto, la demencia es algo que sucede en la enfermedad de Alzheimer y en muchas otras enfermedades que asocian deterioro cognitivo. Ello significa, que cualquier enfermedad que asocie un deterioro cognitivo tan severo como para incapacitar a la persona conlleva una demencia, pero que no toda demencia o deterioro cognitivo significa tener una enfermedad de Alzheimer.
El deterioro cognitivo inicial y la demencia en contexto de una enfermedad de Alzheimer suele tener un aspecto bastante característico, donde generalmente predomina un tipo de alteración de la memoria junto con otros síntomas. A pesar de estas generalidades, en ocasiones la enfermedad de Alzheimer tiene un aspecto distinto o atípico donde pueden predominar, en lugar de problemas de memoria, trastornos de la conducta, del lenguaje o de la percepción visual. La caracterización de estos rasgos distintivos de la enfermedad de Alzheimer se realiza mediante la exploración neuropsicológica a los pacientes. Ello es, se emplean una serie de test y de pruebas que permiten al neuropsicólogo determinar qué tipo de afectación presenta la persona, con que severidad y si el perfil resulta compatible con una enfermedad de Alzheimer. En paralelo al perfil neuropsicológico, la enfermedad de Alzheimer se acompaña de una serie de cambios a nivel de estructura y funcionamiento cerebral que pueden estudiarse empleando técnicas de imagen cerebral. Además, actualmente también podemos medir en el plasma y en el líquido cefalorraquídeo, los niveles de determinadas proteínas anormales que acompañan a la enfermedad de Alzheimer.
Precisamente porque la enfermedad de Alzheimer tiene un aspecto característico, durante mucho tiempo se ha venido atribuyendo a la edad y al envejecimiento cualquier otra forma de deterioro cognitivo o de demencia que no fuese una enfermedad de Alzheimer. En este contexto, estos casos han sido en muchas ocasiones referidos como demencia senil o demencia asociada a la edad. Este concepto de demencia senil o asociada a la edad se ha empleado en esos casos donde las pruebas de imagen o el perfil neuropsicológico no resulta típico de una enfermedad de Alzheimer. Este concepto, implica necesariamente asumir como causa de la demencia la edad o el envejecimiento y, por tanto, normaliza y acepta que envejecer pueda llevar implícito desarrollar una demencia sin que otra causa lo explique. A día de hoy sabemos que esta idea es rotundamente incorrecta y que, de hecho, el concepto o diagnóstico de demencia senil no existe.
Otras enfermedades neurodegenerativas
Mas allá de la enfermedad de Alzheimer existen muchas otras enfermedades neurodegenerativas, cuyas causas residen en mecanismos similar o no, a los que podemos encontrar en la enfermedad de Alzheimer. Todas estas otras enfermedades asocian características clínicas, neuropsicológicas y cerebrales lo suficientemente específicas como para que podamos establecer un diagnóstico preciso. Estas enfermedades incluyen la demencia frontotemporal, la degeneración corticobasal, la demencia con cuerpos de Lewy, la demencia vascular, el deterioro cognitivo asociado a la enfermedad de Parkinson y muchas otras entidades. Además, merece la pena siempre considerar, que el deterioro cognitivo no siempre obedece a causas neurodegenerativas, sino que otras condiciones, en ocasiones potencialmente tratables, pueden estar detrás del desarrollo de un cuadro de demencia progresiva. Entre estas otras causas, podemos incluir las infecciones, los síndromes metabólicos, las causas vasculares, las causas autoinmunes, la exposición a determinados tóxicos y a determinados fármacos y un largo etcétera.
Es por todo ello, que catalogar a las personas como que padecen una “demencia senil” implica no definir un diagnóstico, ni establecer la causa, ni haber considerado otras explicaciones, ni poder establecer un pronóstico ni un tratamiento certero. Ello es, catalogar a una persona con un diagnóstico de demencia senil implica errar en el diagnóstico.
Envejecer supone cambios a muchos niveles, pero no necesariamente un deterioro cognitivo ni una demencia. Por ello, cuando una persona empieza a presentar cambios cognitivos no debemos atribuir estos síntomas a la edad, pero si debemos ahondar en las causas que pueda haber detrás, llegar a un diagnóstico preciso y poder así proporcionar los tratamientos oportunos.