Cómo puede afectar el estrés laboral y de salud a nuestra vida familiar
El estrés es una reacción del individuo a una situación que percibe como amenazante, aunque es una respuesta automática y necesaria para la supervivencia, si se da en exceso podría llegar a ser disfuncional. Ante una amenaza se activa nuestro sistema de defensa generando una respuesta fisiológica que nos ayuda en la lucha o huida de la misma, esto generalmente se traducirá en una respuesta fisiológica automática de activación: notamos nuestros músculos tensos, nuestra respiración se acelera, nuestro corazón bombeará más rápido y la capacidad de concentración se focalizará en el estímulo que percibimos como amenazante disminuyendo la atención que se presta a otros aspectos de la situación.
Esto es muy útil si nos encontramos ante una situación peligrosa, pero una vez que nos hallamos fuera de la amenaza se restablece el funcionamiento y nos podremos relajar, volveremos a la homeostasis. Ante el incremento de la percepción de amenaza lo que ocurre es que el organismo permanece en estado de alerta por mucho más tiempo y esto acaba provocando consecuencias:
- Fisiológicas: dolores musculares, temblores, agotamiento físico, sensación de falta de aire, etc.
- Emocionales: miedo, inseguridad, irritabilidad, etc.
- Cognitivas: pensamientos automáticos negativos sesgados en relación con la evaluación del riesgo y nuestros recursos para afrontarlo, entre otros.
- Conductuales: evitación de la situación temida.
Cómo puede afectar el estrés laboral en nuestro día a día
El estrés que tiene su origen en nuestra situación laboral nos hará que vivamos ésta como una amenaza, nos parece que dicha situación supera los recursos que tenemos para afrontarla.
Puede estar ocasionado por múltiples factores, veamos algunos:
- Requerimientos profesionales: conocimientos necesarios para el puesto, velocidad en el desempeño de tareas, capacidad de solución de problemas...
- Relaciones interpersonales: con los compañeros y los mandos de la empresa.
- Características de la personalidad: autoexigencia, perfeccionismo.
- Condiciones laborales: horarios, ambiente físico, salario, entre otros.
- Conciliación vida familiar y laboral
La forma en que todos estos aspectos se perciban influirá en nuestra salud en general, y repercutirá directamente en nuestra salud mental.
Puede acabar generando:
- Problemas del sueño: lo que provocará más cansancio y menor capacidad de respuesta a las exigencias laborales
- Alteración de la capacidad de concentración: generando bloqueos en la solución de problemas.
- Disminución de la motivación hacia el trabajo: experimentar la situación como algo desagradable y ganas de evitarla.
- Afectación de la autoestima: percepción de poca valía profesional, comparación con otros compañeros en detrimento del propio desempeño, ...
- Respuestas emocionales desproporcionadas: irritabilidad, tristeza, angustia, ….
Todo lo anterior puede tener una repercusión en nuestra vida familiar, ya que, al mantenernos en alerta durante la jornada laboral, esto se convertirá en algo tan agotador que con frecuencia al terminar necesitaremos descansar para restablecer la homeostasis, el equilibrio de nuestro organismo. Pero dicho descanso no siempre es fácil encontrarlo: tareas domésticas, responsabilidades familiares, requerimientos afectivos de nuestra pareja o hijos. En muchas ocasiones la energía precisa para llevar una vida familiar gratificante se habrá agotado en la dura tarea de luchar contra la amenaza en nuestra jornada laboral.
¿Qué cambios ha creado la COVID 19 en este sentido?
Las personas sometidas a estrés laboral, en los últimos meses además han tenido que convivir con otra amenaza, una pandemia que ha modificado nuestros hábitos en un sinfín de aspectos: relaciones sociales, ocio, sensación de incertidumbre en relación con la solución del problema, miedo al contagio, condiciones de trabajo…
En relación a esto último, vamos a explorar algunas de las consecuencias que ha provocado la pandemia. Los cambios siempre requieren una dosis de energía alta para su incorporación, en personas que ya tenían su energía dirigida a la amenaza laboral, se convertirá en una exigencia más a sumar. Algunos nuevos factores de estrés son:
- Miedo a perder el puesto de trabajo: en muchos sectores se ha visto drásticamente reducida la demanda
- Cambios en el ambiente físico: uso de mascarillas, rutinas en relación a la higiene de manos, ventilación, distancia social.
- Incertidumbre: al ser una enfermedad desconocida no ha resultado fácil poder hacer una planificación en cuanto al plazo para contar con tratamientos, vacunas… esto repercute en la organización del trabajo en muchos sectores
- Cambios en las relaciones personales: restricción de contacto físico con los compañeros, aislamiento social…
- Miedo al contagio tanto en el trabajo como en el traslado al mismo, sobre todo, si éste se hace en transporte público. También miedo a contagiar a los familiares al volver del trabajo, especialmente en los sectores de mayor riesgo: sanitarios y otros trabajadores denominados “esenciales” (aquellos con mayor contacto físico con un gran número de personas).
- Incorporación de nuevas tecnologías o generalización de su uso: la mayoría de las empresas que han podido han incorporado el teletrabajo y ésto en muchos casos supone un reto, un nuevo modelo a incorporar, en el caso que nos ocupa en este artículo, un factor estresor añadido a una persona que ya tenía estrés laboral.
El teletrabajo ¿ayuda a mejorar el estrés laboral?
Aunque el teletrabajo ha supuesto una alternativa para no tener que interrumpir la actividad laboral, no está exento de dificultades. Veamos algunas de ellas:
- Delimitación de horarios más difusa: es probable que algunas personas, al trabajar en casa, hayan tenido dificultades para marcar unos horarios concretos. Esto puede conllevar el riesgo de estar “siempre conectados”, especialmente en aquellas personas que sienten inseguridad por su desempeño laboral, pudiendo provocar que no desconecten de su trabajo, al tenerlo a un clic. Agravando por tanto el estrés.
- Doble tarea: al realizar el trabajo en casa, se puede tener la sensación de poder estar atendiendo las tareas del trabajo y las familiares o domésticas a la vez. Esto incrementará la energía gastada al intentar estar concentrados en dos tareas y también hará que las posibilidades de cometer errores se incrementen y por tanto la autoexigencia y el perfeccionismo vendrán a hacer su tarea en forma de mensajes “autocríticos”, haciendo que la persona se sienta más presionada.
- Cuando el lugar de trabajo y el lugar de ocio son el mismo, se corre el riesgo de que la “desconexión” de los temas laborales sea más difícil de realizar. Requerirá una voluntad clara para distinguir y crear un “espacio” de trabajo para que no se tenga la sensación de estar todo el día en la “empresa”.
- Para muchas personas no tener “contacto real” con sus compañeros se puede convertir en un lastre añadido, sobre todo aquellas que muestran más dificultad para pedir ayuda (ahora tus compañeros no verán tus dificultades y así poder echarte una mano) o aquellas que necesitan más el apoyo emocional de las personas con las que trabajan, ese sentimiento de aislamiento puede incrementar el estrés.
- Si bien puede haber personas con problemas laborales causados precisamente por las relaciones personales con los compañeros o mandos, que han podido ver aliviada su carga.
¿Qué recomendaciones podemos seguir para evitar el estrés?
Evitar el estrés, como decíamos al principio del artículo, no siempre va a ser el objetivo, por tratarse de una respuesta automática y natural ante la amenaza. En muchas ocasiones bastará con gestionarlo para que se convierta en el recurso que necesitamos para hacer frente a los problemas. Para ello será fundamental entonces, usar la respuesta de alerta solamente en aquellas situaciones que realmente lo requieran. Exploremos algunas herramientas que nos pueden ayudar en la gestión del estrés:
- Planificación de tareas y realizar un orden de prioridades. Si nos vamos de una tarea a otra acabaremos perdiendo la concentración e incrementando el problema.
- Programación de descansos, que, aunque muchas veces no lo consideremos así, son tan necesarios como el resto de tareas de la agenda. Respetar también los horarios de comida y no realizarlos en el mismo puesto de trabajo.
- Respetar los horarios y hacer todo lo posible para “desconectar” del trabajo una vez que haya terminado la jornada laboral. No mirar el correo fuera del horario, silenciar los grupos de WhatsApp del trabajo, etc.
- Planificación de actividades gratificantes al terminar la jornada laboral. Aunque muchas veces no encontramos tiempo para ellas, son absolutamente necesarias para recargar la energía gastada por el estrés. Algunas pueden llevar poco tiempo, si las obligaciones no nos dejan más, y muchas de ellas se pueden hacer en casa, si las circunstancias así lo requieren. Pero es importante buscar nuestro espacio individual y también reservar un espacio para los hijos y la pareja. Si no se programa corremos el riesgo de ir en automático y no ser dueños de nuestras prioridades.
- Realizar actividad física. Puede ser una actividad deportiva, bailar y también puede incorporarse la actividad física a las tareas cotidianas de forma “natural”, es decir, siempre que podamos: subir pequeños tramos sin el ascensor, andar pequeñas distancias en lugar de coger transporte…
- Realización diaria de algún ejercicio de relajación, meditación, mindfulness, yoga u otros. Hay montones de vídeos en YouTube que se pueden usar a estos efectos. Y los hay de muy distinta duración para adaptarlo a tus circunstancias (desde 10 minutos diarios podemos ver sus beneficios). En ocasiones puede ser de gran ayuda simplemente hacer una respiración consciente, esto es centrarnos en nuestra respiración, aislándonos del entorno por unos minutos.
Además de todas estas herramientas, si la situación lo requiere siempre se puede acudir a un psicólogo que te podrá entender y ayudarte a encontrar tu camino hacia el equilibrio emocional.